sábado, 26 de septiembre de 2009

Desapareció de aquel mundo. Yo seguí su sinuoso rastro, quizás por mis ansias innatas de acercamiento humano. Al asomarme a aquel mundo vi como sobre el negro se alzaba un punzante dolor, solo eso, en realidad allí ya no quedaba nadie, solo los restos de una cadena de un asfixiante sufrimiento. Restos de una expresión, de una existencia que sin saber cómo, se clavaron en los poros de mi piel erizando todo mi cuerpo y haciendo brotar en mí las lágrimas más calidas y dolorosas que jamás sentí.

Resquebrajó los suspiros del dolor de su alma y halló el vacío. Escarbó en sus entrañas y las vomitó. Vació vacío. Fueron las tinieblas las que llevaron su barco a un total descontrol. Tras pasar las abismales profundidades de aquel océano, la corriente lo llevo a otro mundo…no mundo. Sumergido y perdido enloqueció…hallando nuevas verdades que no pudo soportar, luego vino el sueño y se quedó dormido. La materia de antes había tomado nuevas formas, las imágenes, los pensamientos y el lenguaje no tenían el mismo rigor. Ya no distinguía el sueño de la realidad. Había desaparecido para siempre entre los remansos de un líquido placentero que lo envolvía, un oscuro sueño sin recuerdos, solo la sensación de estar inmerso en el abrazo del vientre de la vida. Lleno, en un círculo perfecto. Los recuerdos se diluían en aquel líquido hasta el punto de no quedar ninguno. Ser y voluntad tomaron una nueva forma. La vida de un todo, en un uno a uno, se abriría a por nuevos mundos.

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