jueves, 18 de septiembre de 2008

Tal vez nunca hubiese un remedio

Tal vez nunca hubiese un remedio. La causa era punzante, un desatino del destino.
Unos pies pesados, unas manos desigualmente torpes, unos ojos empañados, que no miran y cuando lo hacen, lo hacen en direcciones disparatadas. Un volar dormido y un cerebro enmarañado.

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