martes, 7 de julio de 2009

Flash

No recuerdo si quería ir yo o si era mi madre la que quería que me fuera, el caso es que fueron varias las épocas que abandonaba la aldea y vivía con mis tíos. Mi madre tenía muchos hermanos. Uno de los recuerdos más poderosos de mi infancia es el silencio de las palabras.
Llegar a la ciudad en aquel entonces era toda una odisea, solo había un bus de línea que partía a las seis de la mañana, la recta más larga era de la longitud del bus. Yo subía y me apropiaba de cualquier asiento, todos estaban vacíos. Tras sentarme me quedaba mirando como aquel señor giraba el volante y como con sus movimientos hacía que el autobús cambiase de ruido, diferentes ruidos que se batían en el silencio de la noche, en la carretera sin circulación y sin luz, avanzaba como una luciérnaga en la oscuridad y allí iba yo. Cuando alcanzábamos una carretera más general, el sol ya había dado señales de vida y mi atención dejaba al conductor, el ronroneo del motor se convertía en una nana de fondo mientras el mundo de detrás de la ventanilla comenzaba a ser diferente, hasta perder la total similitud del punto de partida. Tenía muy claro que aquel era un viaje a otro mundo.
Mis tíos tenían un bar en el muelle, muy cerca de la iglesia del Socorro, donde al parecer me bautizó un buen cura que hoy en día es el Vicario de la diócesis. Los momentos más emocionantes de mi vida en aquel entonces eran las mañanas en el bar, esperando al panadero y al de los Donuts. Los bollitos de leche y lo donuts fueron todo un descubrimiento para mi… uf, aquello sí que era vida, desde luego que vivir en la ciudad tenía cosas muy, muy buenas… como en aquellos años yo era un esqueleto cubierto por un cuero tostado, mi tía, que tenía cebada a su mofletuda y colorada hija, se apiadaba de mi, y siempre me daba dos :-D.
Mi prima me tenía en sus manos, es cinco años mayor que yo, además era su casa, su bar, sus padres, su entorno… su mundo. Yo lo aceptaba sin más. Jugábamos a sus juegos, por ejemplo, había uno en el que yo tenía que pedir un duro a cada persona que se pasase por la calle y dárselo a mi prima. Yo no veía qué diversión tenía aquel juego, además ¿para qué servía un duro? Tengo un recuerdo donde yo recorría la calle, mi prima escondida y yo tirándole del abrigo a una señora disfrazada de señora de ciudad… aquella señora me dio dinero, creo que más de un duro, pues cuando se lo di a mi prima, los ojos le crecieron muchísimo mientras lo miraba. Hace poco me enteré que cuando yo nací, mientras mi madre aclaraba sus ideas sobre qué hacer de su vida y de la mía, mi prima intentaba deshacerse de mi, me tiraba de la cuna, me ponía ropa encima de la cabeza… y a saber cuantas cosas más. Nadie se lo tuvo en cuenta, yo tampoco, ella jugaba conmigo y además fue la que comenzó a romper uno de mis silencios más inquietantes.
Un día entró un señor en el bar con un niño de su mano, el niño era más o menos de mi tamaño, el señor tomó asiento frente a la barra y sentó al niño en su pierna. Se hubiese borrado de mi memoria si no fuese por mi prima. Yo estaba garabateando en una de las mesas apartada de la barra. Mi prima se puso muy cerca de mí, agachó su cabeza y me lo susurró:

- Mira, ese es tu hermano… y ese es tu padre.

Me quedé mirando
sorda
muda
y sola.

9 comentarios:

Fran dijo...

Pasaxeira!! Cuando de tu caos surgen memorias todavía vale más la pena leerte. Es duro, me recordaste algunas cosas, pero es muy hermoso como lo describes.
Un abrazo grande!!

Meiguiña dijo...

Pasaxeira me has tenido enganchadita hasta el final. Vaya sorpreson nena, no puedo ni imaginarme como te quedaráso, supongo que de piedra,

Biquiños

Meigo, aprendiz de Druida dijo...

Pasaxeira, hay casos que solo aparentan ser caos (entendiendo por caos, algo de desorden). Pero nunca hay tal desorden. Solo aparenta. es un desorden muy ordenado, unorden distinto.
Me parece conocer esa parroquia del Socorro, vigilando un muelle, pequeño y tranquilo.
Felicidades por tus textos por tu estilo.
Un beso.

merce dijo...

Me alegro de haber venido a verte, porque este texto, resuena en mi interior, mi aldea, el autobus...tan temprano, y yo tan pequeña...siempre sentia mareo cuando me traian en aquel autobus.
Mis ojos creo que se ponian mas verdes que de costumbre, y la piel demasiado pálida...
yo no queria la ciudad...yo vivia feliz en mi entrañanle aldea.

Muy bien expresado, haces sentir.
Muchisimas gracias amiga pasajera.
Un abrazo.

Susi DelaTorre dijo...

Y la frialdad me cayó como si recibiese agua helada, mientras te leía!

Pasaxeira, un saludiño y un sentimiento admirativo por tu forma de narrar!

Aperta a teu caos.

Eduardo Galleguillos Castro dijo...

ESQUE ME HAS DEJADO MUDO, CONTEMPLANDO ESTA CORDURA QUE SE PIERDE EN EL AIRE, EL VIAJE INFINITO QUE EMPRENDES...
ATENTA CAISTE SOBRE ROCAS Y LOS CHOCHES NO PUDISTE CONTROLAR.


TE FELICITO, UN ABRAZO

Marisa dijo...

Una narración entrañable
con un final sorprendente.

Biquiños.

Elen dijo...

ES la segunda vez que leo este texto... (y alguna más caerá, seguro). Me trajo horas de sueño en el autobús que me llevaba a Santiago, recuerdos de un pasado hermoso que llegaron a mi para ser celebrados.
Hermoso y sentido texto, que refleja una realidad muy presente en tantos corazones.

Un besito cálido

De las imagenes a las letras dijo...

La verdad que me arrepiento de no haber venido ante a ler algo como esto tu si sabes como imnotizarme