martes, 8 de febrero de 2011

Fe

Encontré la serenidad en la mañana, en el madrugón, en la ausencia de prisas, en el café y croisant que tomé en el bar del pueblo mientras mi mirada se perdía más allá de la ventana... en el río, en las farolas, en la vista del parque...en la calma del pueblo donde todo parece transcurrir sin más. Pensé que lo había conseguido al fin, que al fin había recobrado mi punto de bienestar y una sana felicidad. Saboreé el momento, y tambien el café y el croisant.

Pero llegó la tarde y la serenidad se fue al carajo, pues un grano de arena apareció volando. Yo le paré el camino para convertirlo en montaña, cosa que se me da mucho por hacer últimamente, aún yo sin pretenderlo.

No es en sí el grano de arena, no. Es el descampado de mi vida donde ya no puedo controlar las situaciones, y cada golpe de grano de arena no hace más que recordármelo.

Algún día creí en la magia, en la magia de la fe. Debería de ponerla a prueba de nuevo, aún tantas veces fallidas, hoy me parece el último recurso que me queda para no desesperar.

Paciencia caos, paciencia pasaxeira, todo saldrá bien, hay algo bueno con lo que no cuentas a la vuelta de la esquina que te liberará.

Amén

4 comentarios:

Ángel Iván dijo...

Apelando a la parte final de tu escrito y parafraseando a la inversa a mi querido Murphy "todo es susceptible de mejora".
Un besote y nos leemos a mi vuelta.

Vagamundo dijo...

Echarse a correr, cuando nos sorprende un chaparrón, no sirve de nada: uno se moja igual.

francisco barahona dijo...

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El mundo de Nadie dijo...

El silencio de su alma le recordaba que se había quedado solo, que ya ni su alma le hablaba.
Sólo el dolor, con su signo morse de punzadas en el corazón, le recordaba que seguía vivo....