Tal vez nunca hubiese un remedio. La causa era punzante, un desatino del destino.
Unos pies pesados, unas manos desigualmente torpes, unos ojos empañados, que no miran y cuando lo hacen, lo hacen en direcciones disparatadas. Un volar dormido y un cerebro enmarañado.
MARZO
Hace 1 semana
No hay comentarios:
Publicar un comentario